Tal vez se me
pueda objetar que se trata de un poeta menor, tal vez que está muy
alejado de nosotros en el tiempo y en el espacio, tal vez… quién sabe lo
que algunos me puedan objetar; pero no me importa ya que para mí es
suficiente un solo poema para justificar la vida y la obra de un poeta…
y Pere Talric (o Talrich, como se firmaba él y como siguen
reconociéndole los franceses) tiene, por lo menos ese poema antológico
que justifica su vida y su obra como literato con méritos propios y
suficientes.
Nació el nació en
Serrallonga (Alt Vallespir, el Rosselló, terrotorio antaño del medieval
Reino de Mallorcas y hoy un departamento de la laica República Francesa)
el 16 de enero de 1809. Estudió en su localidad natal y en Perpinyà y,
después de luchar como voluntario a las órdenes del almirante Roussin en
ayuda de la reina María II de Portugal y en contra del usurpador
absolutista Miguel I, en 1831 emigró a París, donde trabajó en el diario
"Le Siècle" y donde pasó el resto de su vida, con algunas
escapadas, llenas de emotiva nostalgia, a su natal tierra rossellonesa.
Fruto de su presencia combativa en Portugal es su drama
"Vasconcellos", escrito en francés, y de su añoranza por su tierra
nativa sus dos obras "Souvenirs des Pyrénées" y "Records del
Rosselló" (escrito originalmente "Recorts del Rosselló"). Y
en estos "Records del Rosselló", con ecos e influencias de
Alphonse de Lamartine y del chansonnier Pierre Jean de Béranger,
es donde, junto a otras composiciones, encontramos ese poema antológico
del que estoy enamorado desde mi adolescencia y que, a mi modo de ver,
le confiere una inolvidable y permanente presencia literaria entre los
poetas de la Renaixença. Se trata del poema titulado "Vallespir",
matizado de un suave y delicado romanticismo elevado hasta la
sublimidad. August Bover i Font, en su comunicación "Pere Talrich i
els seus ‘Recorts del Rosselló", en el Dotzè Col.loqui
Internacional de Llengua i Literatura Catalanes, dice respecto a
este poema: "Certament, la nostàlgia va amarar els versos de l’ancià
poeta, que devia intuir la imposibilitat del seu retorn definitiu i que
va saber plasmar aquest sentiment d’una manera corprenedora en el poema
que clou els seus Recorts". Y, en este segundo centenario de
su nacimiento, creo que se nos presenta una oportunidad única para
evocarlo públicamente. Dice así:
VALLESPIR
Vallespir,
dolç
sospir,
quina
alegria!
Mon
cor somia
que
un dia hauré per darrer llit
quatre lloses del teu granit.
Si em
nega Déu eixa esperança,
si
sota un altre cel de França
mon
jorn suprem ha de venir,
de mi
conserva est sovenir:
no
moriré pas de vellesa,
ai
no!, moriré de tristesa,
Vallespir,
dolç sospir!
Como apostilla
Jaume Bofill i Ferro en la magnífica antología conjunta con Antoni Comas
"Un segle de poesia catalana", encontramos en él
"un cordial romanticisme lamartinià que s’exalta
en la tendresa pel ‘dolç Vallespir’, amb una sincera bondat i una
simplicitat commovedora. Aquests poetes vernaculars del Midi passen pel
món tan estructurat i fixat de la vida francesa com a misteriosos
dipositaris d’un talismà de jovenesa i frescor eternes".
Pere Talrich murió
en París en 1888. Su memoria poética sobrevive en el Rosselló y en las
regiones hemanas del Rossellón, pero, como él se temía, su cuerpo
descansa "sota un altre cel de França".