Evocación poética de Cádiz

 

por

Lorenzo Vidal

 

Cádiz, ciudad del mar… ciudad en el mar… ciudad y mar… Cádiz y el mar son dos realidades interpenetradas e inseparables. Y esto lo saben bien los gaditanos de siempre y lo sabemos quienes por alguna circunstancia hemos arribado a Cádiz y nos hemos quedado atrapados en el encanto marítimo de Cádiz y su bahía. Y así ha sido desde hace tiempo, es en el presente y seguirá siendo en el futuro. Y quienes llevamos la poesía en el corazón no hemos podido sustraernos al hecho de que Cádiz, poesía y mar filtraran su embrujo en nuestros poemas, como me ha ocurrido a mí mismo en numerosas composiciones, una de las cuales, el "Zéjel de la Navidad marítima", publicado en el número 30 la revista cultural Tántalo, ha hecho una cierta fortuna entre los amantes de la poesía. Es un poema de arte menor, un zéjel asonantado, que -aunque estemos en las antípodas de la Navidad, en agosto y no en diciembre, en pleno calor estival y lejos de los fríos invernales- me atrevo a transcribir aquí y ahora:

 

"Crepúsculo en la bahía…

La Navidad junto al mar…

 

Penumbra de tamboriles,

reflejos de sol y sal:

Cádiz, San Fernando y Rota,

El Puerto y Puerto Real.

 

Crepúsculo en la bahía…

La Navidad junto al mar…"

 

Pero no es de la Navidad, ni de mi poesía que quiero hablar, sino de la evocación poética que del transcurso histórico gaditano nos ofrece Gabriel Rodríguez Morales, hijo del poeta Antonio Rodríguez Lorca, en su reciente libro "Cádiz, centinela del mar", subtitulado "Historia de la Ciudad en verso y otros poemas" (Colección Tántalo, número 58, Cádiz, 2007).

 

Se trata de un conjunto de diez sonetos atípicos, como reconoce el mismo autor en una nota previa y de los que, en su prólogo, dice Francisco Martínez Mera: "Realmente tus sonetos son atípicos (como tú mismo dices), pero, en esto de escribir, siempre debe primar la libertad del autor, sin tener que encorsetarse, salvo que elija esta opción, en la ortodoxia literaria".

 

Le sirven de frontispicio cuatro versos del "Romance de Cádiz", en los que Joaquín Romero Murube dice:

 

"Cádiz, niña del mar,

Cádiz de mármol y brisa.

El mar tan cerca, que cubre

de azul y sal tus espinas."

 

Una decena de poemas a través de los cuales discurren diez momentos importantes de la historia gaditana. Así en "Tartessos" nos evoca el lejano pasado como

 

"Pueblo iluminado de apasionante misterio,

rostro mítico de desconocido linaje."

 

Y en "Gadir fenicia" la ancianidad mítica de Cádiz, la más antigua ciudad de Occidente, se refleja en el primer verso cuando, en una identificación colectiva, exclama:

 

"Treinta siglos nos contemplan, mudos e impasibles."

 

Treinta siglos, sí, treinta siglos de oscilación histórica, desde la floreciente "cuna del comercio", en su "Gades romana", al "Cádiz medieval", cuando, en la etapa árabe, al decir del poeta, la ciudad parecía "para siempre pueblo abandonado", pueblo abandonado que encontró su resurgir después de la reconquista.

 

"Segundo viaje de Colón" y "América" son dos testimonios de la vinculación y de la vocación gaditana de ultramar y "Maremoto de 1755", "Trafalgar" y "1898" tres cantos y tres lamentos, a la vez, ante la fatalidad geográfica de los movimientos sísmicos, el primero, y los otros dos ante la fatalidad histórica y social de la guerra y de los conflictos entre los pueblos. Así, en "Trafalgar", hallamos estos dos impresionantes tercetos:

 

"Serían nuestras aguas frías tumbas de coral,

duermen en nuestra mar eternos héroes hispanos,

animales marinos ceremonian el ritual.

 

Ellos no llegarían jamás a ser ancianos,

jóvenes envueltos en tristes mortajas de sal,

lloró toda Cádiz al perder hijos y hermanos."

 

Y en "Siglo XXI", el último de esta decena de sonetos atípicos, a partir de un inicial balance de realismo suavemente pesimista, Gabriel Rodríguez Morales entrevé para Cádiz, "del mar centinela", una nueva perspectiva de optimismo ante el futuro, un futuro abierto y esperanzador, pero, por esperanzador que sea, no por ello es menos incierto. Como escribe Francisco Martínez Mera, en este poema "aparece con claridad el optimismo… en el futuro destino de la ciudad, porque, como todos conocemos, a la postre, los valores de Cádiz, su mar, su playa sin parangón posible, su vivir tranquilo, el alma de su gente y la tradicional y ancestral resistencia de la ciudad, la sostendrán y la mantendrán, por encima de todos los escollos, como centinela del océano". Deseo y espero -y bien seguro que todos deseamos y esperamos lo mismo- que así sea.

 

Llorenç Vidal

 

(La Voz de Cádiz, Cádiz, 6 de septiembre de 2007)

 

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