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Miquel Dolç en su centenario

por

Llorenç Vidal

 

 

Frontispicio de las "Petites Elegies" de Miquel Dolç
por el pintor mallorquín Joan Gibert

 

En este 2012 Miquel Dolç hubiera cumplido los cien años. Catedrático de Latín en las universidades de Sevilla, Valencia y Autónoma de Madrid; traductor de clásicos (Marcial, Séneca, Marco Aurelio, Catulo, Tácito, Lucrecio, Prudencio, Persio, Horacio y Virgilio), de Agustín de Hipona y de Camoens, entre otros; articulista, crítico literario, filólogo y poeta; es extremadamente difícil glosar o simplemente esbozar su compleja y polifacética personalidad así como su extensa actividad en la brevedad de un artículo, salvo que se quiera convertir el artículo en una retahíla de datos y títulos de obras.

 

Por este motivo dentro del marco general de su producción poética (El somni encetat, 1943; Ofrena de sonets, 1946; Elegies de guerra, 1948; Libre de Sant Jordi, 1952; Petites elegies, 1958; Flama, 1962; Imago Mundi, 1973; L'ombra que s' allarga, 1984, y Sàtires i epigrames), me voy a limitar a comentar una de sus obras menores, pero densa en valores poéticos y humanos. Publicado en 1958, es un breve manual  de  Petites elegies, pequeñas porque en comparación con sus monumentales Elegies de guerra tienen un carácter más humilde, carácter más humilde que no les resta nada de intensidad ni de belleza literaria, ya que en ellas se encuentran algunas de sus producciones más antologiables.

 

Sea, por ejemplo, Gàbia, en la que dibuja el paisaje de Cala d’Or como

 

“Entre les barres de pins

l’ocell de la cala canta.

Punyals i cristalls de sol

travessen la pell de l’aigua

follament. Quin aleteig

dins la llum com de campanes!”

 

Y, en este mundo, es este valle de lágrimas, como se reza en la Salve Regina, y que él dibuja como un “món tan bell i tan inútil” en su composición Tribut, dedicado a la muerte de su padre, nos ofrece su gran poema Gandhi el pacificador és occit a l’escala d’un temple, un armónico poema de vuelos monumentales que concluye con estos esperanzadores pareados:

 

“Tots els mars s’amansiran amb ta cendra pietosa,

pelegrí de la presó, de la fam, de la filosa.

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Suaus d’ulls, tendres de boca, gaudirem la llibertat,

i el sermó de la Muntanya daurarà els costers de blat”.

 

Recuerdo con especial simpatía nuestras conversaciones y tertulias en Valencia y las dos reuniones bajo los pinos de Cala d’Or, donde él veraneaba, para corregir las galeradas y pruebas de imprenta de este pequeño y elegíaco breviario, tarea en la que se mostró sumamente escrupuloso, al mismo tiempo que detallista y preocupado por la estética tipográfica de la obra, publicada en la colección La font de les tortugues, anexa a los cuadernos literarios Ponent e impresa en los talleres de la imprenta Atlante, que, más que una simple imprenta, era un bohemio y acogedor hogar de cultura dirigido por el infatigable amigo Pere Serra.

 

A Miquel Dolç (Santa Maria del Camí, 4 de diciembre de 1912 – Madrid, 27 de diciembre de 1994), en 1965 se le otorgó la Copa d’Argent de les Lletres Balears, distinción con la que antes habían sido galardonados Guillem Colom (1961) y Llorenç Moyà (1963) y que, después de estas tres entregas, fue una efímera iniciativa literaria que se extinguió.

 

Llorenç Vidal

 

(Última Hora. Palma de Mallorca, 6 de diciembre de 2012)

(Repruduit a Santa Maria del Mar, Festes 2013, Cala d'Or)

 

 

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