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El pesimismo subjetivo de

Giacomo Leopardi

 

por

Llorenç Vidal

 

   Se cumple este año el ciento setenta aniversario de la muerte de Giacomo Leopardi en la mediterránea Nápoles, ciudad antaño dentro de ámbito hispánico de la Corona de Aragón y tan vinculada en su historia medieval con el Reino de Mallorca.

 

   Nacido en 1798 en la adriática Recanati, Giacomo Leopardi es una de las figuras emblemáticas del pesimismo filosófico y poético. Tal vez fuera por esto y porque los jóvenes siempre tenemos algo de románticos, que en mi ya lejana juventud y desde mi época de estudiante de lengua italiana en la Escuela de Idiomas Modernos de la Universidad de Barcelona, sintiese por él una gran simpatía y por su obra una especial devoción. Sin embargo, superado mi romanticismo y mi pesimismo juvenil, fui olvidándome poco a poco de su poesía y cuando, con motivo del segundo centenario de su nacimiento, releí sus bellísimos "Canti" me produjeron un efecto deprimente, por su visión negativa de la existencia:

 

"Los más felices

días de nuestra edad primera se esfuman.

Quedan los males, la vejez y la sombra

de la gélida muerte",

 

nos dice en "El último canto de Safo".

 

   Lejos está la interioridad de este poema de su prematuro "A Italia", donde, con un ingenuo patriotismo estereotipado, glosa las gestas históricas de sus antepasados y, con tono elegíaco, se lamenta de la pérdida de las glorias antiguas, todo ello, ya desde el primer verso, con una acento influenciado por algunos poemas del Siglo de Oro español, especialmente por el estoicismo latente en la "Epístola moral a Fabio", "A las ruinas de Itálica" de Rodrigo Caro y "Miré los muros de la patria mía" de Francisco de Quevedo. Su mismo inicio es ya significativo:

 

"Oh patria mía, veo los muros y los arcos

y las columnas y los simulacros y las yermas

torres de los abuelos nuestros,

pero ni veo la gloria…"

 

   Y en el marco de su exaltación patriótica brilla un atisbo de lucidez reflexiva cuando dice:

 

"Miserable aquel que en guerra muere…",

 

aunque él lo refiera únicamente a quienes luchan en conflictos lejanos de su tierra natal, pero con los años llega a considerar que ni siquiera la tierra patria merece nuestro sufrimiento. Escuchémosle en una de sus más filosóficos cantos, el XXVIII, titulado "A sí mismo":

 

"Descansa para siempre,

cansado corazón mío…

…Ninguna cosa vale

tus latidos, ni digna de suspiros

es la tierra. Amargura y tedio

es la vida, nada más, y fango el mundo.

Tranquilízate ahora. Desespera

por última vez. A nuestra estirpe el hado

no le dio más que el morir. Despréciate ahora

a ti mismo, a la naturaleza y al brutal

poder que, escondido, en el común mal impera,

y a la infinita vanidad del todo".

 

   ¿No os recuerdan estos versos el inquietante "lachrimarum valle" de la "Salve Regina" y la profunda sabiduría laica el "Eclesiastés", otra de las piezas clave del intemporal pesimismo filosófico?

 

   La caducidad de la vida bajo el peso del implacable destino sobre un ser humano que, inconsciente de sí mismo, se cree el rey del universo, se refleja continuamente en los poemas de Giacomo Leopardi. Así, en el canto XXXV, dedicado a la retama que crece y florece en las laderas del Vesubio:

 

"Caen reinos entretanto,

pasan gentes y lenguas…

y el hombre de eternidad se jacta vanamente".

 

   Al leer a escritores como Giacomo Leopardi es fácil caer víctima del contagio negativista, sin embargo y a pesar de que el realismo nos haga valorar las verdades latentes en el pesimismo subjetivo leopardiano, no hay que ceder a la tentación de amargarse, abatirse, rendirse, ni acogerse a falsos consuelos, sino resistir con paciencia, energía, bondad, compasión y alegría al despiadado destino que se cierne sobre nosotros, ya que en esta resistencia personal está una de las fuentes de la autoestima y de la felicidad individual del ser humano, lanzado, sin habérselo consultado previamente, a una existencia, unas veces placentera y otras amarga, que irremediablemente acaba por devorarlo. Tal vez aquí, al igual que en muchas otras ocasiones, sea conveniente que recordemos el "Carpe diem" ("Aprovecha el día, disfruta del día") del latino Horacio.

 

   Giacomo Leopardi. Recanati, 1798. Nápoles, 1837. Uno de los mejores escritores italianos de todos los tiempos y una de las figuras emblemáticas del pesimismo filosófico y poético. Giacomo Leopardi: Un hombre que, a través del tiempo, es capaz de avivar nuestra capacidad de reflexión y de hacernos pensar…

 

Llorenç Vidal

 

(Ultima Hora, Palma de Mallorca, 18 de mayo de 2007)

(La Voz de Cádiz, Cádiz, 4 de julio de 2007)

 

 

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