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El poeta K. Kavafis,

en su 150 aniversario

 

 

por

Llorenç Vidal

 

Creo que fue Lenin quien, en sus años de exilio, se quejó de que los exilados son pronto olvidados en su país. Y creo que en esto tenía bastante razón. Y algo similar les pasa también a aquellos escritores que, por motivos diversos de culturización o por pertenecer a minorías residentes en un país extranjero, se expresan en un idioma diferente del usado por la mayoría de sus conciudadanos. Y un ejemplo de ello es el caso de Konstantinos Kavafis, poeta griego nacido en 1863, residente durante toda su, vida y fallecido en 1933 en la egipcia ciudad de Alejandría, antiguo emporio de la cultura helenística, en la actualidad totalmente arabizada y en la cual permanece todavía una endogámica y bastante conservadora comunidad helena y ortodoxa.

 

Aconsejado por un amigo, conocí a Kavafis, allá por los inicios de los años setenta, a través de las selecciones de poemas traducidos por José Ángel Valente y por Juan Ferraté y profundicé después en su obra mediante las versiones más extensas realizadas por José Mª Álvarez, Pedro Bádenas, Carles Riba y Alexis E. Solà.

 

Y me cautivó en sus diferentes facetas de poeta heroico, de poeta filosófico y de poeta cantor del amor prohibido, distintas facetas no totalmente separadas, sino sólo hegemónicas y que se manifiestan entrelazadas en la mayoría de sus obras. Muestra de predominancia de la primera son sus poemas de inspiración histórica "Termópilas", "Herodes Ático", "Reyes alejandrinos", "Esperando a los bárbaros", "Ítaca", "El fin de Antonio", etc.

 

En su calidad de poeta filosófico aúna de una manera irregularmente equilibrada los tradicionales epicureísmo y estoicismo helenísticos, que empapan toda su producción y que se hacen más explícitos en algunas de sus poesías como, por ejemplo, en "El Rey Demetrio", "La ciudad", "Fin", "No comprendo", "Cuanto puedas", etc.

 

Y como cantor del prohibido amor no convencional es donde Kavafis manifiesta su faceta más atrevida y original, así como una sensibilidad exquisita y refinada, aspecto –dicho sea de paso- que no fue capaz de captar ni de expresar Josep Mª Subirachs en la escultura que invoca su sutilmente homoerótico poema "Jònica" en los jardines de S’Hort del Rei. Además de "Jònica" (como transcribe el título Carles Riba en una versión eufemística del poema) o "Jónico" (como lo transcriben mayoritariamente los demás traductores, más explícitos en su traducción), son muestras de esta atrevida dimensión sus composiciones "Fui", "Una noche", "En la calle", "Gris", "En la tarde", "Voluptuosidad", "Él vino para leer" y muchos más, fáciles de encontrar en el marco de sus poesías completas.

 

Y un intento de aproximación a la angustia interior causada en el poeta por la existencial contradicción entre su intimidad personal y el convencional entorno greco-ortodoxo en el que vivía, fue objeto de mi soneto "A Konstantinos Kavafis, poeta grec d’Alexandria", que concluye con este terceto final:

 

"Així passà el teu destí,

amb un viure que és no viure

dins ton cor d’alexandrí."

 

A ti, Konstantinos Kavafis, desde la mediterránea isla de Mallorca -una isla con raíces griegas, romanas y bizantinas y en la que, según la leyenda narrada por Miquel Costa i Llobera en "La deixa del geni grec", Homero dejó olvidada su lira-, a los ciento cincuenta años de tu nacimiento y a los ochenta de tu muerte, te ofrezco una rosa simbólica y te dedico este emocionado recuerdo de poética admiración.

 

Llorenç / Lorenzo Vidal

 

(Última Hora, Palma de Mallorca, 25 de julio de 2013)

 

 

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