Relectura
de Jacobo Sureda
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por |
Llorenç
Vidal
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Sitio web en reestructuración
LINK:
https://denippaz.wordpress.com/jacobo-sureda/
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Tal vez el sentido de los poetas sea solamente, como dice
Jacobo Sureda (1901-1935)
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"Hacer una gavilla de metáforas |
un haz de versos..." |
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Sin embargo este "haz
de versos", esta "gavilla
de metáforas" puede ser plasmada en
el marco de una variada multiplicidad de contenidos y de formas, plasmación que
él -al igual que los demás poetas- realizó a su propia manera.
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No es una novedad para nadie recordar que Sureda, por motivos
extraliterarios, ha sido uno de los grandes olvidados en el autolimitado
panorama poético insular. En su estudio "De Jacobo Sureda y del
ultraísmo", que sirve de presentación a la reedición de "El
prestidigitador de los cinco sentidos"
(Ediciones Arxipèlag, Mallorca, 1985), escribe Carlos Meneses:
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"Sobre Jacobo Sureda es poco lo
que se ha escrito. Algunas críticas en el momento en que se publicó 'El
prestidigitador de los cinco sentidos'. Algunas notas, tras su fallecimiento,
recordándolo como poeta y como dibujante. Y, mucho tiempo después, otros
estudios. Su poesía, escasa en realidad puesto que no se trató de un poeta
prolífico, tal vez su salud endeble tuvo participación en esto, apenas si se
conoció en el brevísimo ámbito literario isleño de aquel entonces y su
prematura muerte cercenó la posibilidad de una mayor difusión".
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El pasado centenario de su nacimiento (1901-2001) ha servido
para que se haya producido una minoritaria reivindicación de su figura y de su
obra, tan injustamente marginada en el monocolor panorama poético insular, en
el que ya es tradicional que algunos pseudo pontífices consagren y anatematicen
a su capricho; pero no olvidemos que Jorge Luis Borges, con una visión más
amplia y no condicionada por las capillitas locales, escribió: "Baroja,
Unamuno y Jacobo Sureda son de los pocos hombres totales que cuenta el
siglo".
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Intercultural y vinculado al ultraísmo, aunque no
exclusivamente ultraísta, sino con una amplia base sincrética de corrientes
literarias, alcanza momentos de gran plenitud expresiva, como, por ejemplo,
cuando en "Acorde" vehementemente
exclama:
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"Apóyate en las murallas de mi pecho. |
Como la yedra que abraza unas ruinas |
Sólo tu abrazo me sostendrá aún en pié"
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O cuando en "Abrazo"
dice moduladamente, casi en un adagio:
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"Tus caricias recorren el teclado |
De mi blanco corazón sonoro |
Y allí donde tu mano en mí se posa |
A flor de piel asoma |
como una flor |
el alma. |
Hazme florecer de arriba a bajo, |
Vísteme todo de caricias".
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No podemos dejar de hacer referencia a su último poema,
fechado en el invierno de 1935 y publicado en "El
Día" de 16 de junio del mismo año,
en el que, ya enfermo, le vemos invadido por un desengañado y desesperanzado
presentimiento del trágico patetismo de su próximo traspaso:
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"Este velar sin ver más que el vacío |
Y el gran desierto del vivir sin causa |
que justifique tanto afán! Y el brío |
Del corazón que late sin dar pausa |
A su ritmo tenaz y entrecortado |
Me llena de horror de estar con vida, |
Me cansa, me repele, me enloquece, |
Y busco inútilmente la salida. |
No hay ninguna visión. Todo aparece |
Duro, concreto, fuerte y perfilado".
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Del poeta "crítico,
heterodoxo y original", como escribió
Llorenç Villalonga en una nota necrológica publicada en "El
Día" el 11 de junio de 1935, me
interesa especialmente el orientalismo de su experiencia haikaística, común
con otros ultraístas, plasmada en los veintiocho haikais amétricos de su
único libro de poemas, experiencia que tiene un paralelo en los haikais
también amétricos o amorfos de Joan Alcover en "Cap
al tard". Ambas experiencias han sido
últimamente recogidas y difundidas en el sitio web antológico titulado "Haikai
a Mallorca. Poesia mallorquina", junto
con realizaciones posteriores que ya asumen e incorporan definitivamente en la
literatura insular la métrica propia del haikai y de la tanka, manteniendo la
libertad temática del contenido, una libertad temática que, despojada de
prejuicios, folklorismos y japonesismos, ya encontramos en Jacobo Sureda:
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"Algo insignificante me dijiste |
Y por ello llegaste |
Al confín de mi alma".
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O este otro, preñado de elevadas sugerencias poéticas:
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"Un copo de nieve desciende |
Columpio, paracaídas de un alma |
Que regresa a la tierra |
dulcemente".
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Una muestra muy clara de la autónoma actitud reformadora
propia del antidogmatismo ultraísta, proclamado con estas palabras: "Nuestro
credo es no tener credo. No pretendemos rectificar el alma, ni siquiera la
naturaleza. Lo que renovamos son los modos de expresión".
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Indiferencia e independencia frente al ambiente circundante,
antidogmatismo, libertad personal y renovación de la forma y del decir
poético... He aquí algunos de los rasgos que caracterizan a a Jacobo Sureda y
a los verdaderos poetas de todas las edades.
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Llorenç Vidal
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(Última Hora,
Palma de Mallorca, 24 de
abril de 2002)
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