Hiroshima y Nagasaki, otra vez

 

por

Llorenç Vidal

 

En este mundo, en el que los poderes estatales establecidos gastan más de un millón de euros por minuto en armamento, la llegada anual del aniversario de las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki -6 y 9 de agosto de 1945- y de las masacres de población civil indefensa que supusieron, debería constituir un aviso reiterado para toda la humanidad a fin de que, en vez de incrementarse, como está ocurriendo, cesara la actual escalada armamentista y se acordara y acelerara el desarme real y multilateral a nivel internacional, con la esperanza de que la tragedia causada por las armas nucleares no se repita nunca más, ya que las más de cincuenta mil armas nucleares (unos veinte mil megatones) almacenadas actualmente en nuestro planeta equivalen a un poder destructivo de más de un millón de bombas atómicas como la que se hizo estallar sobre Hiroshima... Y si la bomba arrojada sobre esta ciudad costó la vida a unas doscientas mil personas, se puede fácilmente calcular que el actual potencial nuclear depositado en nuestro planeta podría matar -redondeando las cifras- a doscientos mil millones de seres humanos, es decir, unas cuarenta veces la totalidad de la población actual del globo.

 

Esta absurda riqueza destructora, que continúa incrementándose y que significa una inmensa pobreza en fraternidad humana universal, unida al armamento convencional o no nuclear existente y en continua proliferación, supone unos trece mil millones de toneladas de TNT, lo que representa unas tres toneladas de dinamita para cada habitante de la Tierra.

 

Y este peligroso despilfarro belicista se produce, salvo los crudos y dolorosos conflictos locales que todos conocemos y que tanta preocupación nos producen, en tiempos de aparente paz internacional y mientras más de quinientos millones de seres humanos sufren malnutrición crónica y unos cincuenta millones mueren de hambre y, por carencia de medios, de enfermedades curables cada año... Y es que la guerra, con todo el montaje que conlleva, es, como ya observó León Tolstoi, el problema crucial de la historia, de la humanidad y de la política.

 

Una seria advertencia fue claramente recogida ya en 1978 en el Documento Final de la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su Primera sesión Especial sobre Desarme, en el que podemos leer -y pueden leerlo también los gobernantes de todos los países, los grupos terroristas de distinta índole y los fabricantes y mercaderes de armas- que "es esencial que no solamente los gobiernos, sino también los pueblos de mundo reconozcan y comprendan los peligros de la presente situación... Suprimir la amenaza de una guerra mundial -una guerra nuclear- es la más acuciante y urgente tarea del presente día. La humanidad está confrontada con una elección: debemos desterrar la carrera armamentista y proceder al desarme o enfrentarnos a la aniquilación total".

 

Y en el comunicado final del Foro para la Paz, celebrado en 1979 en París, en la sede de la UNESCO, comunicado que desgraciadamente sigue estando vigente, se reconoció que, debido a la desconfianza mutua entre las naciones y los estados, "la búsqueda general de la seguridad ha llevado al mundo a una peligrosa inseguridad... Las causas no son sólo las armas, sino los prejuicios, las irresponsabilidades y la información errónea... la situación se agrava constantemente por los enormes gastos en armas equivalentes al Producto Nacional Bruto de 75 países". Se tomó conciencia y se hizo evidente en la reunión "la preocupación no solamente por la absurda acumulación de armamentos..., sino también por el peligro de ruina económica originada por el costo astronómico de ese lujo innecesario". En el mismo Foro se relacionó también la situación de pobreza de numerosos países del tercer mundo y de grandes masas de población en los países en desarrollo, al igual que en los países desarrollados, así como la tasa de inflación, con los enormes gastos en armamento que realizan los estados y que actualmente ascienden a más de un millón de euros por minuto. Imaginemos, por un momento, los muchos problemas que podríanresolverse con una reconversión de la totalidad o de una significativa parte de este gasto hacia fines humanitarios...

 

Hoy más que nunca -y bueno es recordarlo siempre, pero por lo menos en las proximidades del aniversario de los terribles holocaustos de Hiroshima y de Nagasaki- es evidente aquella incontestable aseveración de Bertrand Russell cuando nos dice que "es una necesidad vital de nuestra civilización descubrir un sistema que evite las guerras", ya que -según unas sabias palabras tan conocidas como poco escuchadas del Mahatma Gandhi- "el mundo está herido de muerte por su política sanguinaria".

 

Llorenç Vidal

 

(Última Hora, Palma de Mallorca, 5 de agosto de 2006)

(Ávilared.com, Ávila, 14 de agosto de 2006)

 

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