Algo que ha venido llamándome
poderosamente la atención en estos últimos tiempos es la facilidad con la
que algunos reivindicadores del sentido crítico en situaciones políticas y
educativas anteriores, en cuanto han podido implantar poco o mucho sus
propios puntos de vista -y aunque en teoría sigan adheridos a la defensa
de la crítica, sobre todo en lo relacionado con las opiniones y actitudes
de los demás-, se han transformado, en la práctica, en unos feroces
intransigentes en lo que se refiere a su propia ideología y en unos
marginadores de quienes ejercen el sentido crítico y la libertad de
pensamiento frente a los ídolos y a los dogmas que ellos y sus pontífices
han levantado.
Tal
vez sea por esto que conviene volver la mirada hacia los maestros de la
conciencia crítica, de uno de los cuales, H.D. Thoreau (1817-1862) acaba
de publicarse, bajo el título de "Breviario para
ciudadanos libres" (Ed. Península, Barcelona, 1999), una
interesante antología de su pensamiento, realizada y anotada por Mauricio
Bach. Pero no es ésta entre nosotros la única muestra del interés renovado
por la obra de este pensador, ya que en 1985, Grupo Zero Cultural (Madrid)
publicó la "Desobediencia civil y otros
escritos" en edición preparada y presentada por Félix García
Moriyón, y en 1987 Eulogio Díaz del Corral, en su "Historia
del pensamiento pacifista y no-violento
contemporáneo" (Edit. Hogar del Libro, Barcelona), bajo el título
de "D.H. Thoreau y la teoría de
la desobediencia civil", dedica un amplio y magnífico
estudio a este "individualista radical, soltero
convencido -rechazaba explícitamente la posibilidad de
contraer matrimonio- y moderado solitario
de la naturaleza".
Quienes estamos vocacional o profesionalmente entregados a
las tareas educativas )qué podemos
encontrar en este norteamericano heterodoxo que pueda ayudarnos a cimentar
y desarrollar la formación de la conciencia crítica de nosotros mismos y
de los educandos, sean éstos niños, adolescentes, jóvenes o adultos, que
tenemos a nuestro cuidado?
Amigo
de Ralph Waldo Emerson y relacionado con el grupo de los
tracendentalistas, comparte con éstos la idea fundamental de que cualquier
reforma espiritual, individual o social debe partir del interior mismo del
ser humano. En este sentido el ya citado Félix García Moriyón remarca que
"su individualismo radical está
íntimamente relacionado con el
convencimiento de que sólo
profundizando en nuestro propio
interior se puede alcanzar una
plenitud que el exceso de
activismo dificulta".
Se
trata de una actitud positiva que, si la entendemos correctamente, además
de profundizar en nuestra manera de pensar y de ser personal, nos lleva a
vivir y revindicar nuestra autonomía a la vez que a practicar un profundo
respeto y una amplia tolerancia hacia las formas de pensamiento y de vida
de los demás, postura que en un haikai titulado "Individualisme",
en mi reciente libro "Petits poemes", he definido así:
"Viure al meu
aire |
respectant les
diverses |
formes de
vida".
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De
esta afirmación individual y de la actitud de respeto hacia las diferentes
formas de vida surge un rechazo de los poderes, grupos de presión y
personas intolerantes y manipuladoras de la libertad ajena. De ahí que el
punto de partida de su ensayo sobre la "Desobediencia civil"
sea el pensamiento de que "el mejor gobierno
es el que menos gobierna", afirmación
que, haciendo una transferencia de lo político a lo social, a lo personal
y a lo pedagógico, nos lleva a poder decir que el mejor grupo de opinión
es el más el más comprensivo y más tolerante y el mejor ciudadano aquel
que mantiene su autonomía, no manipula a los otros ni se deja manipular
por los demás. He aquí por qué, frente a los colectivismos de distinta
índole, el solitario de Walden llegue a afirmar que "la
única obligación que tengo que
asumir es la de hacer en
todo momento lo que creo justo",
puesto que la conciencia individual -la "conciencia", no el
capricho ni la obsesión fanática o irracional- es la superior norma de
conducta del ser humano.
H.D.
Thoreau no pretendía enfrentarse ni inducir a los demás a enfrentarse al
Estado ni a las estructuras sociales establecidas, sino simplemente vivir
al margen y prescindir de ellas lo más posible. Escribe así: "Si
la injusticia es parte de la
fricción necesaria de la máquina
del gobierno, dejémosla transcurrir:
tal vez se desgastará tranquilamente
-indudablemente la máquina se
consumirá-. Si la injusticia tiene
un muelle, o una polea, o
una maroma, o una manivela,
exclusivamente para sí, entonces quizá
se pueda tener en cuenta si
el remedio no será peor que
la enfermedad; pero si es de
una naturaleza tal que requiere
que uno mismo sea el agente
de la injusticia sobre otro,
digo: transgrede la ley. Haz que
tu vida sea un freno para
la máquina. Lo que yo tengo
que hacer es cuidar por todos
los medios que no me preste
a servir el error que
condeno".
La
formación de un pensamiento ético reflexivo y autónomo, la tolerancia de
las distintas concepciones de la vida y el respeto a la manera de ser
individual de cada uno son tres elementos educativos fundamentales para
despertar y desarrollar una conciencia crítica personal constructiva que
nos haga fuertes frente a los embates destructores de nuestra
individualidad solidaria. Convencido de esto desde hace tiempo, ya en 1971
encabecé mi "Fundamentación de una Pedagogía
de la No-violencia y la Paz" con
este pensamiento thoreauniano:
"Cuando un hombre no
camina al mismo ritmo que sus
compañeros, puede ser debido a
que oye un tambor distinto. Que
ande al son de su música,
por distinta y lejana que sea
su cadencia".
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