En la planificación, programación y desarrollo de
una educación para una cultura de la paz y la no-violencia, para usar
el rebuscado lenguaje actual de la UNESCO, no podemos olvidar que, en
cierto modo, educación y cultura son dos conceptos reversibles, ya que grosso
modo la educación no es más que la cultura subjetiva y la cultura
no es sino la educación objetiva u objetivada.
Y en la promoción de esta educación o de esta
cultura subjetiva y objetiva para la paz y la no-violencia -de la que el
Día Escolar de la No-violencia y
la Paz (DENIP), del que en este 2003 se practica la
XL edición anual ininterrumpida desde su fundación en 1964, es una
acción pionera en España y en el mundo- hay una idea básica que
explícita o implícitamente tratan de minimizar los multiformes,
retrógrados y contagiosos tribalismos localistas e integrismos
sectarios contradictoriamente emergentes al final del siglo XX y en
estos inicios del XXI. Esta idea básica es el concepto de ciudadanía
mundial que, nacido en tiempos remotos, se ha desarrollado,
estacionado, eclipsado y resurgido una y otra vez a través del devenir
histórico de la humanidad. Es más, han surgido espejismos erróneos
que pueden llevarnos a comprenderla deficientemente o a malinterpretarla
y, en consecuencia, a desviar la educación conducente a la
conscienciación, ejercitación y responsabilización de la misma,
especialmente cuando su interpretación procede o se apoya en
iniciativas políticas, gubernamentales o intergubernamentales.
Así, por ejemplo, algunos autores han intentado ver
en el imperialismo macedónico y romano el nacimiento de la idea
universal. Y aunque sí es verdad que los imperios de Alejandro Magno y
de Augusto, disfrazados de justificaciones ideológicas generalmente
imprecisas, rompieron barreras nacionalistas cerradas e introdujeron un
cierto cosmopolitismo centralista, no fueron, en manera alguna, una
confluencia fraternal y libre de voluntades diversas, sino la
proyección de una ciudad o un país y de un hombre en la sumisión
violenta de la voluntad de los demás a la ley del emperador y -como en "Las
metamorfosis de la Ciudad de Dios" dice Étienne Gilson- "sería
engañarse hacer de Augusto el leader de una revolución política de
significación mundial, o de Alejandro el apóstol de la fraternidad y
de la unidad del género humano. El verdugo de Calístenes no tiene
derecho a ese honor y es una simple justificación de la fuerza lo que
Augusto pedía al carácter sagrado de la ley... La Historia le atribuye
(a Alejandro) la noble ambición de unir a todos los hombres en
una misma copa de amor. Este género de copas es bien conocido. Son los
emperadores los que las ofrecen y, ante todo, están llenas de
sangre".
Sin embargo, como se reconoce ya en la "Fundamentación
de una Pedagogía de la No-violencia y la Paz", es en el mismo
mundo greco-romano, en los cimientos de nuestra civilización
occidental, donde la escuela del Stoa pensaba ya en la unidad
universal como idea llena de dinamismo ético y educativo, en la que el
sabio, movido por una adhesión cósmica, debía sentirse integrado.
Este pensamiento, tácito en Epicteto, fue expresado por Marco Aurelio
al afirmar que "todos somos conciudadanos... y viene a ser el
mundo un Estado universal", por lo que pudo añadir: "Como
Antonino tengo a Roma por patria; como hombre, al mundo",
pensamiento que de distintas maneras se encuentra en otros pasajes de
sus "Soliloquios" y que refleja, en general, el
cosmopolitismo propio del sabio estoico, que considera que ser ciudadano
del mundo "es ser ciudadano de suprema ciudad, de la que las
otras ciudades son como casas o familias". Sin embargo,
emperador además de filósofo, cayó en la contradicción que le
tendió la trampa del poder y, así, en su "Historia del
pensamiento pacifista y no violento contemporáneo", puede con
razón comentar Eulogio Díaz del Corral: "Lástima que la
sangre que se vertió en sus campañas bélicas y en la persecución
contra los cristianos manchen su reinado".
Séneca, filósofo y educador, se hace también amplio
eco de esta verdad descubierta por el estoicismo y, afirmándola en su
persona, se autoafirma ciudadano universal. Suyas son estas palabras: "Nosotros,
con gallardía grande, no nos hemos encerrado en las murallas de una
ciudad, sino que hemos abierto coloquio con todo el mundo y hemos
profesado por patria todo el universo", porque "para el
varón sabio son patria todos los lugares", ya que está
animado por una conciencia de conciudadanía cósmica. "Piensa -nos
dice- que en el momento de nacer yo vine a darte consejo: 'Vas a
entrar en una ciudad común a dioses y a hombres, que abarca todos los
seres", puesto que existen dos ciudades, una es "aquella
a la que nos adscribió nuestro nacimiento" y la otra es "grande
y verdaderamente pública y universal... en la que no atendemos a tal o
cual ángulo del mundo, sino que medimos por el curso del sol los
términos de ella".
Según el psicólogo y pedagogo Pierre Bovet en "El
instinto luchador", este universalismo estoico "no
dejaba lugar a la fuerza bruta" y, aunque algo inconcreto
todavía, es infinitamente superior a su contemporáneo imperialismo
político greco-romano, por lo que será en el futuro de la educación
del ser humano una aportación pedagógica valiosísima en la evolución
de la idea de ciudadanía mundial, a cuya realización interior y
exterior, es decir, en el plano individual y en el plano social, en el
de la educación y en el de la cultura, han encaminado sus esfuerzos, a
través de los siglos, numerosos de educadores, ya que encarna, a
través de variadas versiones y facetas, uno de los más elevados
ideales educativos de paz y nos ofrece el crisol para la superación de
los tribales antagonismos restrictivos y para el desarrollo de la "humanitas",
es decir, de la humanidad y de los valores humanos universales
contenidos en el corazón de todos y de cada uno nosotros, sin
distinción de raza, lengua, nacionalidad, ideología, sexo,
orientación sexual o religión.
Consciente de esta fuerza dinámica, en el himno del Día
Escolar de la No-violencia y la Paz, titulado "Hermanos de
las estrellas", se canta:
"Defensores de la vida, |
sin armas para matar, |
cual ciudadanos del mundo, |
unamos para cantar |
nuestro aliento, mensajeros |
de Amor, No-violencia y Paz". |
Concepto integrador de ciudadanía mundial que
la educación para la no-violencia y la paz no puede olvidar, sino que,
por todos los medios a su alcance, debe potenciar si no quiere
convertirse en una operación cosmética de simple maquillaje
oportunista utilizado por algunas políticas educativas regionales y
nacionales para lavar su cara y disimular otros objetivos subyacentes en
su currículo oculto.
30 de enero de 2003. XL Día Escolar de la
No-violencia y la Paz. Una celebración independiente, libre y
voluntaria. Una ocasión muy buena para despertar, cimentar y
desarrollar la idea de la ciudadanía mundial en nuestros
educandos e integrar este valor en el proceso continuado y permanente de
la educación en todos sus niveles y en todas sus modalidades.
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