Hay autores y obras -no
necesariamente grandes y monumentales- que, una vez leídos, estés o
no totalmente de acuerdo con sus puntos de vista, se convierten en
amigos inseparables que no te abandonan jamás y sientes la atracción
permanente o reiterada de su relectura y reconsideración, unas veces
simplemente para recordar, otras para profundizar y otras para
mentalmente debatir, bien en un diálogo intemporal con el escritor y
con el libro, bien en un atento, sereno o acalorado soliloquio
interior.
Y una de las obras con las
que me ocurre personalmente este fenómeno son las dos breves "Cartes
Espirituals" de santa Catalina Tomàs (1531-1574), escritas en
mallorquín literario probablemente en 1572 y dirigidas al P. Vicente
Mas, cuando éste, después de dejar la orden de predicadores, en
busca de una mayor perfección religiosa militaba ya en el austero
cenobio cartujano de Valldemossa y gracias al cual las conservamos
de primera mano, al haberlas reproducido en el capítulo décimo
cuarto de su autobiografía.
En ellas, además de la
explicación de la sencilla religiosidad de la santa mallorquina,
hallamos una fuente vibrante de vida ascético-mística y, vistas
aisladamente, al no entrar en aspectos confesionales concretos -cosa
extraña en una religiosa católico-romana de la época de la
contrarreforma, no olvidemos que vivió en el mismo convulso siglo en
el que lo hicieron los reformadores Martín Lutero, Ulrich Zwinglio
(éste murió en el mismo año en que nació Catalina) Valentín
Trotzendorf y Juan Calvino, los eruditos y filósofos
Erasmo de Rotterdam y Juan Luis Vives, el poeta Luis de León, los místicos Teresa de
Jesús y Juan de la Cruz y los ascéticos Pedro de Alcántara, Juan de
Ávila y Luis de
Granada, por ejemplo- y mantenerse en ellas en el marco estricto de
la vida individual interior, encontramos una muestra de
espiritualidad ecuménica que, salvando matices personales, puede ser
compartida no sólo por cristianos de las diferentes denominaciones,
sino también por fieles de distintas tradiciones religiosas e,
incluso, por universalistas, teósofos, deístas y otras personas de
espiritualidad libre, ya que todos, si nos acercamos con la mente y
el corazón abiertos, podemos encontrar en estas dos cartas de
Catalina Tomàs un manantial cristalino de transparentes aguas:
"Vos prec que penseu que
aquelles coses que heu vistes i veureu totes són la voluntat de Déu
i treballeu a prendre-ho tot per amor d’Ell".... "Qui desitja servir
Déu es menester que estiga molt content en tota cosa"... "Renunciau-vós
tot en les seves mans i alcançareu la vertadera pau i llibertat"...
etc. etc.
"Os ruego que penséis que lo
que habéis visto y veréis, todo es voluntad de Dios y trabajéis para
aceptarlo todo por amor de Él"... "Quien desea servir a Dios es
menester que esté muy contento en todas las cosas"..."Confiaos del
todo en sus manos y alcanzaréis la verdadera paz y libertad"... etc.
etc.
Las cartas -que el
neohumanista cardenal Antonio Despuig consideró "llenas de
celestial sabiduría"- son poco conocidas, a pesar de haber sido
reproducidas en casi todas sus biografías. En la traducción
castellana (edición de 1992) del italiano "Ristretto della vida
della Beata Caterina Tomàs, Canonichessa Regolare dell'Ordine di S.
Agostino" ("Resumen de la vida de la Beata Catalina Tomàs, Canonesa
Regular de la Orden de S. Agustín") (1792), de autor anónimo y
donde se recoge gran parte de la dorada leyenda tejida por la
tradición y acrecentada por la devoción popular, y en "Sor
Catalina Tomàs, la nostra Santa" de Pere Llabrés i Martorell
(1980), de enfoque menos legendario y más histórico, realista y
comedido, las dos cartas van precedidas de una presentación, en
algunos aspectos discutible, del poeta y crítico literario Josep
Maria Llompart, en la que, con gran acierto, la considera "un
clásico de nuestra literatura". Existe, además, una bella
edición (1974), configurada en un tríptico, realizada por el
Convento de Santa Magdalena de Palma, donde transcurrió la vida
religiosa, acaeció el traspaso y se conserva incorrupto el cuerpo de
Catalina.
Los siglos XVI, XVII y XVIII,
integrados ya el Reino de Mallorca y la Corona de Aragón en el marco
de la unidad de España, son considerados por la mayoría de
tratadistas e historiadores literarios como años oscuros y de
decadencia de las letras mallorquinas, pero en ellos hay algunas
pequeñas muestras de innegable valor literario y gran plenitud de
pensamiento... Y una de estas pequeñas muestras es la joya
ascético-mística de las "Cartes Espirituals" de Catalina
Tomàs.
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