Divagación sobre Bertold Bretch

 

por

Llorenç Vidal

 

 Este verano, en pleno ferragosto, como dicen los italianos, se han cumplido cincuenta años de la muerte del gran poeta y dramaturgo alemán Bertold Bretch, nacido en Augsburgo el 10 de febrero de 1898 y fallecido en Berlín el 14 de agosto de 1956. Su poesía -una poesía testimonial y revolucionaria, repleta de luces y de sombras, y plenamente cautivadora por su enérgico decir- encuentra en sus "Poemas y canciones", traducción de "Gedichte u Songs" realizada por Jesús López Pacheco y Vicente Romano (Alianza Editorial, 1968), una muestra antológica representativa que nos adentra en el mundo creativo del autor de "Madre Coraje" y de la valiente y reivindicadora "Vida de Galileo".

 

En mis actividades en acciones de alfabetización y promoción cultural de adultos, realizadas desde 1963 y durante largos años en la provincia de Cádiz, en Ceuta y también en Balears, acudí en innumerables ocasiones a su poema -magnífico poema- "Loa del estudio", cuya primera estrofa, en la que se inicia un crescendo vital inigualable, dice:

 

"¡Estudia lo elemental! Para aquellos

cuya hora ha llegado

no es nunca demasiado tarde.

¡Estudia el ‘abc’! No basta, pero

estúdialo. ¡No te canses!

¡Empieza! ¡Tú tienes que saberlo todo!

Estás llamado a ser un dirigente".

 

Sus "Preguntas de un obrero ante un libro" son tan vitalmente radicales que destruyen toda la enseñanza tradicional de la historia realizada convencionalmente durante años y años en escuelas, institutos y universidades, y nos acercan a aquella intrahistoria que reivindicaba el también universal y contestatario -contestatario, en otro sentido, es verdad- Miguel de Unamuno.

 

Su inspiración en fuentes orientales y clásicas le lleva a asumir y reelaborar aspectos profundos de la sabiduría universal, como ocurre en sus composiciones "Leyenda sobre el origen del libro ‘Tao-Te-King’, dictado por Lao-Tse en el camino de la emigración", la "Parábola de Buda sobre la casa en llamas", "La sandalia de Empédocles", etc.

 

No pueden dejar de mencionarse, ya que le son consubstanciales, sus poemas antibélicos, de persecución y de exilio, en los que sangra vitalmente tota la personalidad dolorida del poeta, recordemos las composiciones de su "Catón de guerra alemán", especialmente la cautivadora "General, tu tanque es más fuerte que un coche", que –si bien es necesario leerla toda para comprender plenamente su significado- termina diciendo:

 

"General, el hombre es muy útil.

Puede volar y puede matar.

Pero tiene un defecto:

puede pensar".

 

Las obras de Bertold Bretch están integradas dentro de un universo provocador plasmado a través de sus piezas dramáticas y poéticas y forman un conjunto literario reivindicativo que cala muy hondo, incluso en muchos que no compartimos el ideario político del autor.

 

Bertold Bretch entró tardiamente en España y, mientras entusiasmaba a los progresistas, por un lado, por otro escandalizaba a otros sectores de la sociedad. Y entró, además, con imprecisiones, como la atribución de una poesía que no era suya, sino original del pastor evangélico y pacifista Martin Niemöller. Se trata del conocido poema que dice:

 

"Cuando los nazis apresaron a los socialistas, no dije nada, porque yo no era socialista.

Cuando encarcelaron a los sindicalistas, no dije nada, porque tampoco era sindicalista.

Cuando se llevaron a los judíos,

No protesté, porque yo no era judío.

Cuando al fin vinieron a buscarme a mi, no había ya nadie que pudiera protestar".

 

Cristina Pestaña Castro, en un artículo publicado en "Espéculo", revista del Departamento de Filología Española de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, en 1998 y titulado "En el centenario de Bertold Bretch" recoge -además de la introducción de Bretch en España dos años después de su muerte, en 1958, mediante una lectura de "La excepción y la regla" en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona, cuando, entonces, la Ciudad Condal era considerada algo así como la puerta española de Europa- dos anécdotas, en las que se refleja como el autor y su obra fueron motivo de incomprensión y de escándalo en los inicios de los años setenta. La primera de ellas con motivo de la representación de la ópera "Esplendor y decadencia de la ciudad de Mahagonny" en el Liceu de Barcelona y que fue valorada por la burguesía barcelonesa como "una pieza curiosa y un tanto desagradable", y la segunda cuando el montaje de Lauro del Olmo en el Palau de la Música Catalana de "A los hombres futuros, yo, Bertol Brecht", interpretado por Fernando Fernán Gómez y Massiel, quien recibió largos abucheos al final del estreno, hasta tal punto que arrojó con rencor el ramo de flores que le habían regalado, incluida la maceta. Cristina Pestaña comenta, con ironía, que este episodio fue tal vez el rasgo más bretchiano de la velada.

 

Bertold Bretch, 1956 – 2006. En una confluencia tolerante y democrática de ideologías y en este cincuentenario de su muerte, recordemos su enérgica protesta, su profunda calidad humana y el indiscutible valor literario de la obra de uno de los mejores escritores europeos del siglo veinte.

 

Llorenç Vidal

 

(Ultima Hora, Palma de Mallorca, 6 de septiembre de 2006)

 

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